Siempre me ha dado mucha envidia la gente que tiene tan claro cómo quiso ser lo que son de mayores. Porque yo de pequeña lo que quería ser es poeta y cantante. Y cuando vi que todos mis versos rimaban en exceso y todas mis notas desafinaban por defecto, soñé con ser Paul Auster. Y luego periodista, sí. Pero al final me hice bioquímica.
Cuando ya estaba haciendo mi tesis sobre melanoma maligno me encontré con un problema. Que no podía contarle a nadie que no fuera investigador lo que pasaba en mi día a día. Mis lamentos, frustraciones y alegrías se resumían siempre con un aburrido: me ha salido/no me ha salido un experimento. Y cuando tenía que ir el fin de semana al laboratorio siempre me acompañaba el eterno: qué, ¿a dar de comer a las células?
Otra cosa que me pasaba a menudo es que cuando la gente sabía que investigaba sobre melanoma, inmediatamente me enseñaban el lunar más horrible que tuvieran. Y siempre la misma respuesta… no soy médico, yo trabajo a nivel molecular y tu lunar sencillamente me parece feo, no puedo decirte más.
Así que tal vez por eso, por la imposibilidad de explicarme y de contar, me decidí a dejar la pipeta a un lado para recuperar antiguos sueños. Hice un máster de periodismo científico y me lancé (no sin ayuda, desde luego) al interesantísimo mundo de contar la ciencia, en el que llevo poquito tiempo.
Quizás cuando pasen unos cuantos años más me atreva a seguir retrocediendo en mis ilusiones y me haga por fin poeta. Pero con suerte en el camino habré aprendido cómo contar que la ciencia no sólo explica sino que también nos explica.
Isabel Molina es doctora en biología y autora del blog Ciencia en 35 mm. Colabora habitualmente con la empresa de divulgación, Divulga S.L., que dirige el periodista científico Ignacio Fernández Bayo.